MATRIMONIO DE MARIO Y LUCIA
FELIPE ESCRIBE A MARTHA ALVARADO
Desde el homenaje en la Candelaria no nos vemos pero Jamás olvidaré los "pesebres" de los Alvarado en Navidad, o los de los Gómez... Eran famosos en Ibagué. Definitivamente no sé si fue el almizcle de los palos del caimo, de los cámbulos, de los nísperos, de los guamos o de los gualandayes o talvez el olor penetrante y acre del madroño de los Aragón o qué bicho raro nos picó en Interlaken, pero parece una constante para todos el recordar, con extremado cariño, esa niñez feliz que vivimos en Ibagué, en ese viejo Ibagué de ceibas y algarrobos y de bambucos, guabinas y bundes.LOS MAS GRANDES
De pipiripao
Ese Ibagué de las guayabas "agrias" de La Pola, del olor agridulce-agrífétido de La Pioja, de los olores de las enredaderas de las casas y del badeo que colgaba en una pérgola metálica en el jardín de la casa. Cuando todavía teníamos el sentido del olfato extremadamente agudo y nuevo.
6 DE LOS 7 HERMANOS BUENO
Helena, Felipe, Mané, Matha, Gonzalo y Adriana, Ah y el perro
Por eso, el Ibagué de mi niñez lo asocio con olores como Patrik Suskin en "El Perfume". El olor del Conservatorio, el olor a tiza y sudores del colegio, el olor del Mercado de la Carrera 2ª, el olor de los sandwich de jamón y queso del Club Campestre que nos preparaba Aristóbulo, el olor del cloro de la piscina, el olor de las comidas mezclado con limpiadores del Salón Grande del Club, el olor de la Plaza de Bolívar a las cinco de la tarde,FELIPE BUENO
Primer cumpleaños
los saboyanos y palitos de harina de Teté Melo en el horno y la aceleración descontrolada de salivación cuando nos sentábamos en el prado del patio, junto a la cocina (donde era prohibida la entrada de "güipas") a esperar a que Teté saliera con la generosa bandeja casi al rojo vivo a darles la "enfriada final" antes de azucararlos o salarlos, colocando la bandeja en una vieja y seca pila del patio.NACIMIENTO DE GONZALO
Nosotros nos parábamos con enorme reverencia ante la escabiladera humeante donde estaba la torta de saboyanos y la mirábamos enfriarse por diez minutos que se nos antojaban largas horas, días, luego Teté rociaba generosamente el azúcar pulverizada sobre la torta y la partía en pedacitos muy pequeños para repartirla entre los famélicos "güipas". Sí, Marta, definitivamente somos unos románticos incorregibles y estos recuerdos avivan lo mejor de nosotros por allá en el interior. Cuando leía por primera vez El Siglo de las Luces de Alejo Carpentier, creía estar remontándome a mi propia infancia en Ibagué.MARTHA Y FELIPE
El medico visitandoPara mí, Ibagué es eso... un recuerdo enmarcado entre los vidrios de una pecera que no quiero destruir incluso volviendo al Ibagué de hoy. No sé que mezcolanza de recuerdos me producirá volver a Interlaken después de tantos años. De todas maneras, gracias a ustedes por haberme hecho revivir todos esos recuerdos y por acordarse de que nosotros también fuimos parte de esto. Felipe Bueno